sábado, 1 de marzo de 2014

Una Experiencia Sagrada

El último fin de semana de febrero de 2014 tuve una experiencia sagrada, el viernes por la noche me llamó el presidente de estaca, para tener una entrevista en la capilla del barrio, y concertamos la cita para el sábado a las 6, después vi que también me había mandato un correo, buscándome, entonces sentí que había llegado el día de mi relevo.

 El sábado después de hablar sobre la familia y una oración el presidente Mendoza me dijo que la razón de la entrevista era agradecerme por mi servicio, hablo un poco de lo que se logró en este tiempo, y que es tiempo que pueda estar con mi familia los domingos. También me dijo que hace 3 meses tenía la autorización para relevarme, pero que no se hubiera sentido cómodo haciéndolo sin que estrenara la capilla por la que trabaje. Debo reconocer y expresar que la forma en que se me comunicó mi relevo fue extraordinaria, el presidente de estaca fue aún más de lo que podría yo esperar de un siervo del Señor, pude sentir el amor de mi Padre Celestial por medio de él.

El domingo en la mañana durante el servicio sacramental, cuando pidió el voto de agradecimiento menciono todo el tiempo que trabaje ahí y los sacrificios que eso represento para mi familia. Cuando levantaron las manos pude sentir cómo la carga del barrio fue quitada de mis hombros, una carga que no sentí nunca en estos años, pero que cuando fue quitada pude sentirla. Escuchamos entonces el testimonio de mi esposa, el mío, el de la esposa del nuevo obispo, el testimonio del obispo y un mensaje del presidente de estaca.

Mientras hablaba no pude evitar derramar lágrimas de agradecimiento por el sagrado privilegio que me fue concedido. Al terminar la reunión abracé al nuevo obispo, el Obispo Erik Sánchez, le expresé mi seguridad en que será un excelente obispo y pretendía ir con mi familia, cuando llegaron corriendo 2 de mis pequeños y me abrazaron, seguidos de muchos, muchos miembros que hicieron fila a todo lo largo del salón sacramental para abrazarme y agradecerme por mi servicio, fue algo sumamente emotivo. Jamás lo hice por gloria o reconocimiento, solo deseaba servir a mi Señor, a manera de agradecimiento por la multitud de sus tiernas misericordias hacía mi. También creo que no estaba consciente hasta ese momento de que hubiera podido influir en la vida de tantas personas, solo trataba de hacer lo que se suponía que hiciera, pero todas esas personas en la fila hicieron del momento algo especial, algo que nunca olvidaré.

Muchas veces cuando apartaba a los miembros para servir en alguna posición, les bendecía para que pudieran sentir el gozo de servir al Salvador; en ese momento yo pude sentirlo, dice la escritura, "y si acontece que trabajáis todos vuestros días proclamando el arrepentimiento a este pueblo y me traéis aún cuando fuere una sola alma,¡ cuan grande no será vuestro gozo con ella en el reino de mi Padre! y ahora si vuestro gozo será grande con un alma que me hayáis traído al reino de mi Padre, ¡cuan grande no será vuestro gozo si me trajereis muchas almas!

Yo testifico que  realmente es muy grande el gozo, me siento como Ammón cuando vio el fruto de su misión entre los lamanitas. "No me jacto en mi propia sabiduría, mas he aquí mi gozo es completo, si mi corazón reboza de gozo y me regocijaré un mi Dios. Si, yo se que nada soy; en cuanto a mi fuerza, soy débil; por tanto no me jactaré de mi mismo, sino que me gloriaré en mi Dios, porque con su fuerza puedo hacer todas las cosas.

El Presidente Gordon B. Hinckley, enseñó por segunda ocasión en una conferencia general en 2003, que el llamamiento del obispo es el más dulce y remunerador que puede alguien tener, también dijo que me sentiré triste, pero que encontraré consuelo al sentir el agradecimiento de la gente.

Yo doy testimonio de ello, es un privilegio grandioso, el ser obispo de un barrio, no se todavía como me siento, es muy reciente, pero sentir que algo hice, que pude ayudar a que las cargas de algunos fueran más ligeras, que sus cargas fueron compartidas y finalmente retiradas.

Desde hace muchos años cuando servía como misionero de tiempo completo, considero que el privilegio de escuchar a alguien orar por primera ver a su Padre Celestial, y escucharle agradecer porque fuimos a enseñarle pagaba con creces cualquier sacrificio que pudiera haber hecho por servir, aunque personalmente no creo que el servir como misionero haya significado sacrificio alguno para mí; hoy puedo decir, que sentir la gratitud, los abrazos y escuchar las palabras que me dijeron, paga con creces el tiempo que dedique a servir en este llamamiento. Las bendiciones que recibí y el aprecio de los miembros del barrio son mucho muy superiores a lo que yo pude haber hecho.


Hoy a 101 meses de recibir el llamamiento, puedo considerar que aunque hubo muchas cosas que pude haber hecho mejor, creo realmente que hicimos un buen trabajo, porque el trabajo no lo hice solo, hubo muchos hombres y mujeres que estuvieron a mi lado trabajando duro por la obra del Señor; gracias a todos ellos que con su dedicación y su servicio pudimos rescatar a algunos de nuestros amados hermanos.