El último fin de semana
de febrero de 2014 tuve una experiencia sagrada, el viernes por la noche me
llamó el presidente de estaca, para tener una entrevista en la capilla del barrio,
y concertamos la cita para el sábado a las 6, después vi que también me había
mandato un correo, buscándome, entonces sentí que había llegado el día de mi relevo.
El sábado después de hablar sobre la familia y
una oración el presidente Mendoza me dijo que la razón de la entrevista era
agradecerme por mi servicio, hablo un poco de lo que se logró en este tiempo, y que es tiempo que pueda estar con mi familia los domingos. También me dijo que
hace 3 meses tenía la autorización para relevarme, pero que no se hubiera
sentido cómodo haciéndolo sin que estrenara la capilla por la que trabaje. Debo
reconocer y expresar que la forma en que se me comunicó mi relevo fue
extraordinaria, el presidente de estaca fue aún más de lo que podría yo esperar
de un siervo del Señor, pude sentir el amor de mi Padre Celestial por medio de
él.
El domingo en la mañana
durante el servicio sacramental, cuando pidió el voto de agradecimiento
menciono todo el tiempo que trabaje ahí y los sacrificios que eso represento
para mi familia. Cuando levantaron las manos pude sentir cómo la carga del barrio
fue quitada de mis hombros, una carga que no sentí nunca en estos años, pero que cuando fue quitada pude sentirla. Escuchamos entonces el testimonio de mi esposa, el
mío, el de la esposa del nuevo obispo, el testimonio del obispo y un mensaje
del presidente de estaca.
Mientras hablaba no pude
evitar derramar lágrimas de agradecimiento por el sagrado privilegio que me fue
concedido. Al terminar la reunión abracé al nuevo obispo, el Obispo Erik Sánchez,
le expresé mi seguridad en que será un excelente obispo y pretendía ir con mi
familia, cuando llegaron corriendo 2 de mis pequeños y me abrazaron, seguidos
de muchos, muchos miembros que hicieron fila a todo lo largo del salón
sacramental para abrazarme y agradecerme por mi servicio, fue algo sumamente emotivo. Jamás lo hice por gloria o reconocimiento, solo deseaba servir a mi Señor, a manera de agradecimiento por la multitud de sus tiernas misericordias hacía mi. También creo que no estaba consciente hasta ese momento de que hubiera podido influir en la vida de tantas personas, solo trataba de hacer lo que se suponía que hiciera, pero todas esas personas en la fila hicieron del momento algo especial, algo que nunca olvidaré.
Muchas veces cuando apartaba a los miembros para servir en alguna posición, les bendecía para que pudieran sentir el gozo de servir al Salvador; en ese momento yo pude sentirlo, dice la escritura, "y si acontece que trabajáis todos vuestros días proclamando el arrepentimiento a este pueblo y me traéis aún cuando fuere una sola alma,¡ cuan grande no será vuestro gozo con ella en el reino de mi Padre! y ahora si vuestro gozo será grande con un alma que me hayáis traído al reino de mi Padre, ¡cuan grande no será vuestro gozo si me trajereis muchas almas!
Yo testifico que realmente es muy grande el gozo, me siento como Ammón cuando vio el fruto de su misión entre los lamanitas. "No me jacto en mi propia sabiduría, mas he aquí mi gozo es completo, si mi corazón reboza de gozo y me regocijaré un mi Dios. Si, yo se que nada soy; en cuanto a mi fuerza, soy débil; por tanto no me jactaré de mi mismo, sino que me gloriaré en mi Dios, porque con su fuerza puedo hacer todas las cosas.
El Presidente Gordon B.
Hinckley, enseñó por segunda ocasión en una conferencia general en 2003, que el
llamamiento del obispo es el más dulce y remunerador que puede alguien tener, también
dijo que me sentiré triste, pero que encontraré consuelo al sentir el
agradecimiento de la gente.
Yo doy testimonio de
ello, es un privilegio grandioso, el ser obispo de un barrio, no se todavía
como me siento, es muy reciente, pero sentir que algo hice, que pude ayudar a
que las cargas de algunos fueran más ligeras, que sus cargas fueron compartidas
y finalmente retiradas.
Desde hace muchos años
cuando servía como misionero de tiempo completo, considero que el privilegio de
escuchar a alguien orar por primera ver a su Padre Celestial, y escucharle
agradecer porque fuimos a enseñarle pagaba con creces cualquier sacrificio que
pudiera haber hecho por servir, aunque personalmente no creo que el servir como
misionero haya significado sacrificio alguno para mí; hoy puedo decir, que
sentir la gratitud, los abrazos y escuchar las palabras que me dijeron, paga
con creces el tiempo que dedique a servir en este llamamiento. Las bendiciones
que recibí y el aprecio de los miembros del barrio son mucho muy superiores a
lo que yo pude haber hecho.
Hoy a 101 meses de
recibir el llamamiento, puedo considerar que aunque hubo muchas cosas que pude
haber hecho mejor, creo realmente que hicimos un buen trabajo, porque el
trabajo no lo hice solo, hubo muchos hombres y mujeres que estuvieron a mi lado
trabajando duro por la obra del Señor; gracias a todos ellos que con su
dedicación y su servicio pudimos rescatar a algunos de nuestros amados
hermanos.
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